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asientos tipo caja: proporcionaban lugar suficiente para las burbujas. ¿Estaría Rian entre
ellas?
 ¿Las mujeres hablan primero o cómo lo organizan?  preguntó Miles a Maz.
 Las mujeres no van a hablar hoy  dijo Maz . Ya realizaron su ceremonia ayer. Hoy
empiezan con el hombre de menor rango y van subiendo por las constelaciones.
Los gobernadores de satrapías al final. Todos ellos. Miles se acomodó con la paciencia
de una pantera en un árbol. Los hombres que había venido a ver estaban en el fondo del
valle. Si Miles hubiera tenido cola, la habría movido constantemente. Como no la tenía,
tuvo que contenerse para no golpear el suelo con la bota.
Los ocho gobernadores de satrapías, ayudados por los ghemoficiales de más alto
rango de cada satrapía, se hundieron en sus asientos junto a los estrados. Miles entornó
los ojos y deseó haber llevado un larga vistas de gran alcance... aunque en realidad, no
habría podido pasarlo por el rastreo de Seguridad. Con una mueca de simpatía, se
preguntó qué estaría haciendo el ghemcoronel Benin y si, entre bastidores, Seguridad de
Cetaganda se ponía tan frenética como Seguridad de Barrayar en las ceremonias que
incluían al emperador Gregor. No le costaba imaginárselos.
Pero él tenía lo que había venido a buscar: a sus ocho sospechosos artísticamente
colocados uno junto a otro para el análisis. Estudió a los cuatro primeros de la lista con
más atención que a los demás.
El gobernador de Mu Ceta era de la constelación Degtiar, tío del Emperador, aunque
no tío directo, hermanastro de la antigua emperatriz. Maz también lo estudió con atención
cuando acomodó su viejo cuerpo en el asiento y alejó a sus ayudantes con movimientos
temblorosos, irritados. Hacía dos años que estaba en su puesto, sustituyendo al
gobernador anterior que ahora estaba retirado en el exilio después del fracaso de la
invasión vervani. El hombre era muy viejo, tenía mucha experiencia y lo habían elegido
explícitamente para apaciguar los temores vervaníes de que se repitiera el intento. No era
del tipo traidor, pensó Miles. Sin embargo, según el testimonio de la haut Rian, todos
aquellos hombres habían dado por lo menos un paso hacia la traición, al recibir los
bancos genéticos no autorizados.
El gobernador de Rho Ceta, el vecino más cercano de Barrayar, preocupaba mucho
más a Miles. Haut Este Rond era de edad madura, vigoroso, hautalto aunque
extrañamente pesado. Su ghemoficial se mantenía bien lejos de los amplios movimientos
del gobernador. El efecto general que daba Rond era de autoritarismo. Y era tenazmente
autoritario en sus esfuerzos, diplomáticos y de cualquier otro tipo: en ese momento sus
esfuerzos estaban dedicados a mejorar el acceso comercial a Cetaganda a través de los
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saltos de agujero de gusano de Komarr, controlados por Barrayar. Rond era una de las
constelaciones más jóvenes, una constelación que necesitaba expandirse. El haut Este
Rond era un punto caliente, de eso no cabía duda alguna.
Poco después entró el gobernador de Xi Ceta, vecino de Marilac, con la cabeza
erguida. Haut Slyke Giaja era lo que Miles denominaba un típico hautlord, alto, delgado y
vagamente afeminado. Arrogante, como correspondía al hermanastro menor del
Emperador. Y peligroso. Lo bastante joven como para tenerlo en cuenta, aunque era
mayor que Este Rond.
El sospechoso más joven, haut Ilsum Kety, gobernador de Sigma Ceta, era un
muchachito de apenas cuarenta y cinco años. Tenía una complexión muy parecida a la de
Slyke Giaja, que en realidad era su primo por línea materna, y las dos madres eran
hermanastras, aunque de diferentes constelaciones. Los árboles genealógicos de las
hautfamilias eran todavía más confusos que los de los Vor. Para rastrear a todos los
hijastros y hermanastros habría hecho falta recurrir a un técnico en genética que
investigara el asunto con dedicación exclusiva.
Ocho burbujas blancas flotaron hacia el valle y ocuparon un arco hacia la izquierda. Los
ghemoficiales se colocaron en un arco similar a la derecha. Los oficiales se quedarían de
pie durante toda la ceremonia de la tarde, comprendió Miles de pronto. Al parecer, ser
ghemgeneral no era ninguna bicoca. Pero... ¿alguna de esas burbujas sería...?
 ¿Quiénes son esas damas?  preguntó Miles a Maz, señalando hacia el octeto.
 Son las consortes de los gobernadores de satrapías.
 Pero... pensé que los haut no se casaban.
 No hay nada personal en el título. Se las designa centralmente, como a los
gobernadores.
 ¿No las nombran los gobernadores? ¿Y qué función cumplen? ¿Secretarias
sociales?
 No. Las elige la emperatriz. La representan en los asuntos relacionados con el
Criadero Estrella. Los haut que viven en las satrapías mandan sus contratos genéticos a
través de las consortes al banco genético central en el Jardín Celestial, donde se realizan
las fertilizaciones y alteraciones genéticas. Las consortes también supervisan la
devolución de los replicadores uterinos con los fetos vivos a sus padres. Estoy segura de
que es el envío más poco frecuente de todo el imperio cetagandano... un envío anual para
cada planeta.
 ¿Es decir que las consortes viajan a Eta Ceta una vez al año personalmente para
supervisar los envíos?
 Sí.
 Ah...  Miles se acomodó en la silla, con una mirada fija. Ahora se daba cuenta de
cómo había funcionado el plan de la emperatriz Lisbet, ahora veía los canales vivientes
que había usado la emperatriz para comunicarse con los gobernadores. Si cada una de
esas consortes no estaba involucrada hasta las cejas en el complot, él era capaz de
comerse las botas. Dieciséis, tengo dieciséis sospechosos, no ocho. Ay, Dios... Y él que
había venido a la ceremonia con la esperanza de reducir la lista... Pero la conclusión
lógica era que la persona que hubiera asesinado a Ba Lura tal vez no había tenido que
robar ni pedir prestada una de las burbujas de hautlady. Tal vez tenía una . ¿Y las
consortes trabajan junto a los gobernadores de satrapías?
Maz se encogió de hombros.
 A decir verdad, no lo sé. No necesariamente, supongo. Sus áreas de responsabilidad
son muy distintas.
Apareció un mayordomo en el centro del escenario. Hizo un gesto. Todas las voces del
valle se acallaron. Todos los hautlores se dejaron caer de rodillas sobre almohadones que
habían dispuesto frente a los bancos. Todas las burbujas blancas se movieron en el aire
hacia arriba y hacia abajo. Miles todavía estaba preguntándose cuántas de las hautladies
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hacían trampa y se saltaban las reglas de las ceremonias. Después de un momento de
silencio expectante, llegó el Emperador, escoltado por guardias vestidos de blanco y rojo
sangre, con la cara pintada como el cuerpo de una cebra, un aspecto terrible si se
consideraba fríamente. Miles los contempló con ese espíritu no por el maquillaje sino
porque sabía los nervios y la ansiedad que recorrían el índice apoyado en el gatillo de los
hombres que tenían la terrible responsabilidad de la vida del Emperador en sus manos.
Era la primera vez en su vida que Miles veía al Emperador cetagandano en persona.
Estudió al hombre con la avidez con que había estudiado a los gobernadores de las
satrapías. El emperador haut Fletchir Giaja era alto, delgado, con la cara de halcón que
también tenían sus primos, el cabello sin rasgos de gris a pesar de sus setenta y tantos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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