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A �ste se le iluminaron los ojos.
 �Entonces, te conducir� de vuelta al trono! Ven. Este pasadizo lleva a una
puerta que se abre en una pared del salón, cerca del trono.
Se internaron por el pasadizo a la carrera hasta que, por fin, llegaron ante
la puerta que Moonglum hab�a mencionado. Elric no se detuvo sino que sacó la
espada e hizo astillas el obst�culo. Sólo cuando estuvo en el salón hizo una pausa. El
lóbrego lugar estaba iluminado ahora por la luz diurna, pero de nuevo aparec�a
desierto. No vio apostado ning�n mendigo armado.
En cambio, instalado en el trono de Urish, se encontraba un ser grueso y
escamoso de piel amarilla, verde y negra. Una bilis parduzca resbalaba de su jeta
sonriente cuando alzó una de sus numerosas patas en un saludo burlón.
 Bienvenido  siseó el ser monstruoso , y ten cuidado, pues soy el guardi�n
del Tesoro de Urish.
 Es un ser del Infierno  dijo Elric a Moonglum . Un demonio invocado por
Theleb K'aarna. El hechicero debe haber pasado mucho tiempo preparando sus
conjuros, si es capaz de dominar a tantos sirvientes sobrenaturales.
Frunció el ce�o y sopesó la Tormentosa en su mano pero, cosa extra�a,
la espada m�gica no pareció �vida de combate.
 Te lo advierto  siseó el demonio , no me puede matar ninguna espada, ni
siquiera la tuya. Tengo un pacto de protección...
 �De dónde ha salido?  cuchicheó Moonglum, observando con cautela al
demonio.
 Pertenece a una raza de diablos utilizada por todos los dotados de
poderes m�gicos. Es un guardi�n. No atacar� mientras nosotros no lo hagamos,
pero es pr�cticamente invulnerable a las armas humanas y, en este caso, tiene un
hechizo m�gico contra las espadas, aunque sean sobrenaturales. Si trat�ramos de
matarle con nuestras armas, se echar�an sobre nosotros todos los poderes del
Infierno. No tendr�amos la menor posibilidad de sobrevivir.
 �Pero t� acabas de destruir a un dios! �Un demonio no es nada, comparado
con eso!
 Era un dios d�bil  le recordó Elric , y �ste es un demonio fuerte, pues
representa a todos los demonios, que acudir�an en su ayuda para cumplir con su
pacto de protección.
 �No tenemos, pues, posibilidad de derrotarlo?
 No debemos intentar nada, si queremos ayudar a Rackhir. Tenemos que
llegar a nuestros caballos y tratar de poner sobre aviso a la caravana. Quiz� m�s
adelante podamos volver e idear alg�n hechizo que nos ayude a enfrentarnos a ese
demonio.  Elric dirigió una sardónica reverencia al diablo guardi�n, devolvi�ndole el
saludo . Adiós, ser despreciable. �Ojal� tu amo no vuelva para liberarte y tengas
que quedarte eternamente en medio de toda esta basura!
El demonio guardi�n babeó de rabia.
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 �Mi amo es Theleb K'aarna, uno de los hechiceros m�s poderosos de tu
especie!
 �De la m�a, no!  replicó Elric, sacudiendo la cabeza Muy pronto le dar�
muerte. Y luego te dejar� aqu� hasta que descubra el modo de destruirte.
Entre displicente e irritado, el demonio cruzó sus m�ltiples brazos y cerró los
ojos.
Elric y Moonglum cruzaron la estancia cubierta de mugre en dirección a la
puerta.
Cuando llegaron a la escalinata que conduc�a al foro, los dos estaban a punto
de vomitar. Con la bolsa, a Elric le hab�an robado el resto de la pócima y su olfato
estaba ahora desprotegido frente al hedor. Moonglum escupió en los pelda�os
mientras descend�a hacia la plaza y, al levantar la mirada, dio un respingo y
desenvainó sus dos espadas cruzando los brazos para asir cada una con la mano
contraria.
 �Elric!
Una decena de mendigos corr�a hacia ellos armada de garrotes, hachas y
navajas. Elric soltó una risotada.
 � Aqu� tienes un bocado de tu gusto, Tormentosa!
La desenvainó, y movió la espada aullante en torno a la cabeza, avanzando
implacablemente hacia los mendigos. Casi al instante, un par de ellos se detuvo y
emprendió la huida, pero el resto continuó corriendo hacia la pareja.
Elric bajó un poco la espada y segó una cabeza y produjo un profundo corte
en el hombro del segundo mendigo antes de que la sangre del primero hubiera
empezado a manar.
Moonglum saltó hacia adelante con sus dos finas espadas y trabó combate
con dos de sus adversarios a la vez. Elric lanzó una estocada y otro de ellos empezó
a gritar y agitarse, agarrado de la hoja que, implacable, le absorb�a la vida y el
alma.
La Tormentosa emit�a ahora una canción cargada de iron�a y tres de los
mendigos supervivientes arrojaron sus armas y desaparecieron por el otro extremo
de la plaza mientras Moonglum ensartaba a sus dos oponentes en el corazón con
dos estocadas limpias y simult�neas. Elric acabó con el resto de la partida, que le
ped�a piedad con gritos y gemidos.
Devolvió la espada a su funda, contempló la matanza carmes� que hab�a
causado, se limpió los labios como si terminara de disfrutar de un banquete con un
gesto que causó escalofr�os a Moonglum y dio unas palmaditas en el hombro a su
compa�ero.
 �Vamos! �Corramos en ayuda de Rackhir!
Mientras iba tras el albino, Moonglum se dijo que Elric hab�a absorbido algo
m�s que la fuerza vital del Dios Ardiente en su encuentro en el laberinto. Desde que
hab�a salido de �ste, mostraba mucha de la dureza e insensibilidad de los Se�ores
del Caos.
Desde que hab�a salido del t�nel, Elric parec�a un aut�ntico guerrero de la
antigua Melnibon�.
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Seres que no son mujeres
Los mendigos hab�an celebrado tanto su triunfo sobre el albino y se hab�an
concentrado tanto en sus planes para el ataque a la caravana de Tanelorn, que
hab�an olvidado ir en busca de los caballos en los que Elric y Moonglum hab�an
llegado a Nadsokor.
El albino y su compa�ero encontraron las monturas donde las hab�an dejado la
noche anterior. Los magn�ficos corceles de Shazar pac�an en el prado como si sólo
llevaran unos minutos esperando.
Montaron a las sillas y muy pronto cabalgaban a toda la velocidad que les
proporcionaban sus ligeras monturas, en dirección norte nordeste, hacia el punto
donde calculaban que estar�a la caravana.
Poco despu�s de mediod�a la divisaron por fin. Una larga hilera de
carromatos y caballos engalanados con ricas sedas de vivos colores y arneses [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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