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Su problema era ahora liberarse del presente. Había permanecido en él por más de
una hora, mucho más de lo que pretendía. Examinó los pensamientos del gato para
encontrar la manera más segura y rápida de darle muerte y encontró una respuesta
adecuada.
En esta granja había un perro rabioso que mantenían amarado con una cadena en el
corral. (¿Por qué harían eso?, se preguntó. ¿Un ser inteligente guardaría encadenado a
un perro hecho para proteger una casa y le impediría de este modo cumplir su cometido?
Pero esto no importaba por el momento.)
Hizo descender al gato desde el árbol y lo obligó a correr a la parte de atrás de la casa
donde estaba el corral. De nuevo había una ventana abierta. El perro empezó a ladrar con
violencia apenas divisó al gato sobre la ventana. El gato esperó un momento hasta que se
le acostumbraron los ojos a la mayor oscuridad del interior del corral, hasta que pudo ver
claramente al perro. Entonces saltó suavemente al piso, corrió hacia el perro y le saltó con
suavidad a las mandíbulas.
Capítulo VIII
La mente de la cosa mental, de regreso ya en su propio cuerpo bajo los escalones de
la parte de atrás de la casa de Gross, revisó la casa, ahora cuidadosamente, para
asegurarse de que ningún otro ser vivo la habitaba (aparte, naturalmente, de Gross y su
esposa Elsa). Podría haber algún perro que ladrara y despertara a la esposa de Gross
cuando éste se levantara. No había perros; solamente un canario que vivía dentro de una
jaula en el piso de abajo. La jaula debía ser su habitación. Su huésped no tendría por qué
acercarse a la habitación del canario.
En un dormitorio del segundo piso, tanto Elsa como Siegfried Gross dormían
profundamente.
La cosa mental entró en la mente de Gross, hubo de nuevo la corta pero terrible batalla
que ocurría cada vez que quería entrar en control de una entidad inteligente. Con
extrañeza comprobó que esta vez el asunto fue más breve: Tommy ofreció más
dificultades. ¿Acaso este nuevo huésped era menos inteligente que el muchacho que
había fracasado en un año de enseñanza media y que no sabía ni se preocupaba de la
ciencia, a no ser que a la agricultura se la llamara ciencia? Esperaba más de un hombre
mayor, pero, al parecer, se había equivocado. Gross, lo notó en seguida, se cuidaba
menos aún que Tommy de esas cosas. Su educación se había interrumpido en el sexto
grado y apenas si se interesaba por algo que no fuera su granja. Ni siquiera tenía una
radio y su única lectura era un periódico y una revista de agricultura que le ofrecían serias
dificultades.
La cosa mental no movilizó a su huésped inmediatamente. Dejó que Gross siguiera
descansando hasta que se orientó en su mente y supo algunas cosas que le interesaban
antes de hacerlo andar.
Consiguió respuesta para dos preguntas, inmediatamente y a satisfacción. En primer
lugar, Elsa Gross tenia el sueño muy pesado: ningún ruido, salvo uno como el de la
lechuza quebrando la ventana, podría haberla despertado. En la cocina, que no estaba
bajo esta habitación, sólo tendría que tomar las normales precauciones para no hacer
ruido ni dejar caer algo en el piso. Segundo, había un jarro con sopa en el refrigerador y
también medio kilo de poderosa carne de buey. Haciendo una mezcla conveniente y
calentándola un poco - lo cual disolvería la carne y lo capacitaría para absorber más
eficazmente la solución nutritiva - quedaría un excelente alimento. Si ya no estaban allí,
tendría que buscar algo equivalente entre las conservas, calentar lo que encontrara.
Quizás eso no fuera tan perfecto como lo que veía presente en la mente de Gross que
era, de verdad, una mezcla rica y poderosa.
Era todo lo que necesitaba saber por el momento. El resto, tuviera el interés que
tuviera, podía examinarlo en la mente de Gross más tarde y a placer. Se quedaría en su
mente mientras su cuerpo absorbiera el alimento. Y eso duraría por lo menos una hora.
Bajo la dirección de la cosa mental, Gross se deslizó silenciosamente fuera de la cama
y caminó a pie desnudo hasta la puerta de la habitación. La abrió y la cerró por fuera lo
más calladamente que pudo, caminó en la oscuridad hasta la escalera y bajó. No
encendió ninguna luz hasta que estuvo en la cocina.
Trabajando lo más silenciosamente posible, sacó el jarro y la carne de la nevera. Vació
la sopa en un recipiente bastante amplio como para contener su concha y mezcló la carne
con la sopa. Utilizó un fósforo para encender un quemador de la cocina a butano y puso el
recipiente encima de una llama pequeña. Revolvió la mezcla mientras se calentaba y de
vez en cuando la probaba para ver qué temperatura tenía.
Cuando toda la carne estuvo disuelta y la temperatura suficientemente alta - muy
caliente porque la cosa mental era capaz de soportar temperaturas desde los cincuenta
grados bajo cero hasta casi el punto de ebullición del agua - apagó la llama bajo el
recipiente. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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