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objetiva y más profunda que la épica medieval. Una vez más, sólo Dante es
comparable a ella, en su dimensión fundamental. La epopeya griega contiene ya en
germen a la filosofía griega. Por otra parte, se revela con la mayor claridad el
contraste de la concepción del mundo puramente teomórfica de los pueblos
orientales, para la cual sólo Dios actúa y el hombre es sólo el objeto de su actividad,
con el carácter antropocéntrico del pensamiento griego. Homero sitúa con la mayor
resolución al hombre y su destino en primer término, aunque lo considere desde la
perspectiva de las ideas más altas y de los problemas de la vida.
En la Odisea, esta peculiaridad de la estructura espiritual de la epopeya griega se
manifiesta todavía de un modo más vigoroso. La Odisea pertenece a una época cuyo
pensamiento se hallaba ya en alto grado ordenado racional y sistemáticamente. En
todo caso, el poema completo, tal como ha llegado a nosotros, fue terminado en aquel
periodo y manifiesta claramente sus huellas. Cuando dos pueblos luchan entre sí y
claman el auxilio de sus dioses, con ruegos y sacrificios, ponen a éstos en una difícil
situación, sobre todo para (64) un pensamiento que cree en la omnipotencia y en la
justicia imparcial de la fuerza divina. Así, vemos en la Ilíada un pensamiento moral y
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religioso ya muy avanzado luchar con el problema de poner en concordancia el
carácter originario, particular y local de la mayoría de los dioses, con la exigencia de
una dirección unitaria del mundo. La humanidad y la proximidad de los dioses
griegos llevaba a una raza, que se sabía, con plena conciencia de su orgullo
aristocrático, íntimamente emparentada con los inmortales, a considerar que la vida y
las actividades de las fuerzas celestes no eran muy distintas de las que se
desarrollaban en su existencia terrena. Con esta representación, que choca con la
elevación abstracta de los filósofos posteriores, contrasta en la Ilíada un sentimiento
religioso en cuya representación de la divinidad y, sobre todo del soberano supremo
del mundo, hallan su alimento las ideas más sublimes del arte y de la filosofía
posteriores. Pero sólo en la Odisea hallamos una concepción del gobierno de los
dioses más consecuente y sistemática.
Toma de la Ilíada, al comienzo de los cantos primero y quinto, la idea de un
concilio de los dioses; pero salta a la vista la diferencia de las escenas tumultuosas del
Olimpo de la Ilíada y los maravillosos consejos de personalidades sobrehumanas de
la Odisea. En la Ilíada, los dioses están a punto de venir a las manos. Zeus impone su
superioridad por la fuerza y los dioses emplean en sus luchas medios humanos 
demasiado humanos como la astucia y la fuerza. El dios Zeus, que preside el
consejo de los dioses al comienzo de la Odisea, representa una alta conciencia
filosófica del mundo. Empieza su consideración sobre el destino presente mediante el
planteamiento general del problema de los sufrimientos humanos y la inseparable
conexión del destino con las culpas humanas. Esta teodicea se cierne sobre la
totalidad del poema. Para el poeta, es la más alta divinidad una fuerza sublime y
omnisciente que se halla por encima de los esfuerzos y los pensamientos de los
mortales. Su esencia es el espíritu y el pensamiento. No es comparable con las
miopes pasiones que acarrean las faltas de los hombres y los hacen caer en las redes
de Até. El poeta considera, desde este punto de vista ético y religioso, los
sufrimientos de Odiseo y la hybris de los pretendientes expiados con la muerte. La
acción trascurre en torno a este problema unitario hasta el fin.
Pertenece a la esencia de esta historia el hecho de que la voluntad más alta, que
orienta de un modo consecuente y poderoso el conjunto de la acción y la conduce,
finalmente, a un resultado justo y feliz, aparezca claramente en su momento
culminante. El poeta ordena todo cuanto ocurre en el sistema de su pensamiento
religioso. Todo personaje mantiene sólidamente su actitud y su carácter. Esta rígida
construcción ética pertenece, probablemente, a los últimos estadios de la elaboración
poética de la Odisea. En relación con esto, la crítica ha propuesto un problema que
todavía espera resolución: el de comprender (65) desde el punto de vista histórico el
progreso de esta elaboración moralizadora, a partir de los estadios más primitivos. Al
lado de la idea de conjunto, ética y religiosa, que domina, a grandes rasgos, la forma
definitiva de la Odisea, ofrece una riqueza inagotable de rasgos espirituales que van
desde lo fabuloso hasta lo idílico, lo heroico y lo aventurero, sin que se agote con ello
la acción del poema. Sin embargo, la unidad y la rigurosa economía de la
construcción, sentida desde todos los tiempos como uno de sus rasgos fundamentales,
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